jueves

A ti, amiga.

Las letras esta vez no serán suficientes para aclamarte
y tampoco servirán de consuelo,
pero fluyen lentas cual agua rezagada después de la tormenta,
para hacer un discurso a tu singular silueta.

Acostumbrada a la libertad y a la violencia de las miradas
surgió tímidamente una personalidad arrolladora.
Gran embate de circunstancias que pulieron con fina herramienta
las virtudes que hoy te anteceden, que hoy te sustentan.

Eres una gran sobreviviente, de tiempos refugiados en secretos de familia,
la alegría con que te bañas, cubre cada actuar y cubre mi ser.
Ilusa pensaba en la frialdad de las mantas ajenas
afectadas por experiencias personales, por las mismas individualidades.
Tu manto es delgado y se posa tranquilamente en mi espalda
y no tengo como agradecer tanta acogida.

Hoy, cuando las lágrimas inundan tu rostro en penumbras
quiero escribir algo que te anime.
Quisiera alumbrar el faro de tu esperanza apagado por la palabra inmerecida
y por una vez cubrirte.
Solo pienso en lo frágil que eres y en lo mucho que me cuesta estar ahí.

Pero tu no piensas cuando sirves de faro. Solo lo haces, como si aquellos actos
viniesen intrínsecos en las personas.

Y es cuando todos mis pensamientos buscan agradecer, pero no dan abasto...

lunes

A propósito del fin

¿Cuantos se detienen a pensar en perdonar antes de que todo termine?


Un perdón a quien herimos, a quien no saludamos, al que odiamos, al que queremos. Un perdón al planeta, por el envenenamiento diario de sus aguas, de su aire, de su tierra. Un perdón a Dios por no estar cuando el quiere hablarnos. Un perdón a la mama que no escuchamos, al papa que siempre nos reta, al vecino que nunca nos habla, al verdulero que nos cobra de mas, al perro que ha estado todos sus años acompañando nos.

Y lo mas importante, un perdón a nosotros mismos.

Por el enojo que nos priva de bellos momentos, al llanto que humedece nuestro rostro y el animo de quien busca la manera de secarlo, a la risa que escuchamos del tercero que nos hace dudar de nosotros mismos.

¡A la duda!

Cuantas veces no dudamos de lo que hacemos, de lo que pensamos, y nos invade el miedo.

Miedo a no ser escuchados, a ser discriminados, a ser ultrajados, a mentir, finalmente a vivir.

Cuando la fecha halla pasado, y estemos en el mismo lugar de siempre, haber pedido perdón

fue un paso mas a la emancipación.

Cuando todo halla pasado, y no hicimos nada para romper las cadenas tendremos la misma sensacion de vacío, que buscara ser llenado con mas cuentos que los cuentistas o cuenteros estarán dispuestos a repetir.

domingo

Déjame que te hable, con tu silencio

A.
El comienzo de un fin esperado, de las vocales, del abecedario.
Me pregunto si cuando crearon el lenguaje pensaron en su
grado de finito. ¡Y es que empezar con una A es tan venidero!
Te observo de lejos, como muchas veces veo el tiempo, el viento
y sus palabras pasar sin acariciarme.
Te siento cerca, con olor a tabaco. Enorme razón para detectarte
y para no memorizarte.
Me recuerdas al poema quince:
"... y me oyes desde lejos
y mi voz no te toca..."
Pero mi voz se aquieta cuando te escucha, y mi mirada busca una
salida en cuanto te divisa. Me atemorizas.
Tus palabras tienen ese don bimodal. Pueden salir cálidas y
esperanzadoras, a la vez de tristes y amortajadas.
Junto con el ruido de la calle, de las risas, y de la incomodidad
nace esa danza violenta que disfruto cuando estoy cerca de ti.
Ese sentimiento de correr lejos, de quedarme inmóvil, de
esperar que tu mirada se pose como lo hace el suave humo sobre tus
labios... Tengo ganas de querer tener ganas de hablarte, pero
siento como si las palabras sobracen. Como si cada esfuerzo
por tocarte fuera uno de los miles de esfuerzos que se pierden
al anochecer. No quiero frustración, quiero un silencio.
Quiero invitarte a sentarnos de frente, quiero que la boca
quede obsoleta y que de paso a la mirada.
¿Acaso sabrás que tono tienen esos ojos? Escuchar tu respirar,
tus latidos. ¿Aceptaras esa invitación? No te invito a la poesía,
te invito a callar, como tu letra A me invita a soñar.

viernes

Por tu ética

Me gusta escuchar tus palabras cuando hablas de ética.
Te transformas en esa voz interna que se encierra para
evitar el enfrentamiento, eso que callo por la culpa.

Férrea, tus palabras hacen eco en las cuatro paredes
ante el ojo critico y no critico, el oído sordo y el atento,
te miro, y sonrío.

No escatimas en acentos, en posiciones, en opiniones.
Ejerces ese derecho que muchos olvidan, y eres
víctima constante de las miradas incrédulas.

Hablaste de ética, en una clase de negocios. Cuantas
personas que están en negocios olvidan o quisiesen olvidar
esa palabra, sin contar quienes hacen política.

"El Lobby se hace, es valido, pero poco ético".

Un pequeño alcance:
"Hacer Lobby, en términos generales, podría describirse
como aquella forma de ejercer presión realizada por ciertos grupos."

En política se da mucho el Lobby, y en los negocios es un recurso
que muchas veces puede solucionar problemas en corto tiempo que
hecho ordinariamente puede llegar a ser bastante engorroso.
Además se materializa en alianzas estratégicas que permiten
en conjunto el alcance de un objetivo más fácilmente.

Humilde mente aceptaste que, tu futuro laboral se ve beneficiado por
este Lobby. El cual se ve reflejado en un puesto laboral que tienes
casi reservado, predestinado a tu sombra.

En ese momento reí. En parte por el cruel destino de quienes no
tenemos ángeles en la corte, y por ti.
¿No es acaso el Lobby uno de los muchos disfraces que adopta la
subestima?

Aceptar el pituto, aceptar que tu posición mas que suerte es una
ayuda de externos es basurear todos los esfuerzos en los que has
debido incurrir para tener esa voz que suena tan segura de si misma.

Aceptar el pituto, es decir que no tienes la capacidad de obtener el
puesto por tus capacidades, por tu merecimiento, por tu astucia.
Y odie tu comentario. Odio cada vez que una persona se quita
crédito y se escusa. Pero no me atrevería a interrumpir tu palabra.
Hacerlo, me obligaría a seguir riendo.