jueves

A ti, amiga.

Las letras esta vez no serán suficientes para aclamarte
y tampoco servirán de consuelo,
pero fluyen lentas cual agua rezagada después de la tormenta,
para hacer un discurso a tu singular silueta.

Acostumbrada a la libertad y a la violencia de las miradas
surgió tímidamente una personalidad arrolladora.
Gran embate de circunstancias que pulieron con fina herramienta
las virtudes que hoy te anteceden, que hoy te sustentan.

Eres una gran sobreviviente, de tiempos refugiados en secretos de familia,
la alegría con que te bañas, cubre cada actuar y cubre mi ser.
Ilusa pensaba en la frialdad de las mantas ajenas
afectadas por experiencias personales, por las mismas individualidades.
Tu manto es delgado y se posa tranquilamente en mi espalda
y no tengo como agradecer tanta acogida.

Hoy, cuando las lágrimas inundan tu rostro en penumbras
quiero escribir algo que te anime.
Quisiera alumbrar el faro de tu esperanza apagado por la palabra inmerecida
y por una vez cubrirte.
Solo pienso en lo frágil que eres y en lo mucho que me cuesta estar ahí.

Pero tu no piensas cuando sirves de faro. Solo lo haces, como si aquellos actos
viniesen intrínsecos en las personas.

Y es cuando todos mis pensamientos buscan agradecer, pero no dan abasto...

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